lunes, 8 de marzo de 2010

Campaña de D&D 3.5

"No voy a publicar mi nombre en la siguiente historia, porque no quisiera que me trajera problemas lo que en ella escribí, me limitaré a decir que soy un Paladín elfo de la ciudad grande de Édimmil; y que me encontraba en Camdem luego de unas aventuras con mis compañeros, un druida humano y un guerrero enano. La historia relata una de las aventuras de mayor trascendencia que he tenido oportunidad de vivir en carne propia, el contenido de la misma es una transcripción de mi diario de viaje, asi que no esperen algo demasiado elaborado, ya que no soy escritor. Comienzo el relato:
El Rey Salazar III es un tirano que tomó el poder de Camdem hace muy poco tiempo. Tiene dos manos derechas que le siguen a todos lados. Es un fanático de la guerra y muy tacaño. Está aliado con el Rey Tebat, y juntos dominan la región. Su familia está compuesta por su esposa, 4 mujeres suyas, 9 hijas y 2 gatos.
Tras derrotar al antigüo señor Caio y decapitarlo reunió sus ejércitos y los repartió: Tiene 500 guardias en la ciudad grande de Camdem, capital de la región homónima, un número desconocido de tropas en su poderoso frente de batalla, y una reserva cuyo número de tropas también nos es desconocido.
Cierto día, me fué a buscar una escolta real a mis aposentos de una pensión en la taberna; y me comunicó que el rey me quería ver en el castillo a la brevedad, junto a mis compañeros, los cuales también habían sido avisados de igual modo.
Cuando hubimos estado todos reunidos con el Rey Salazar III en el castillo, éste nos reveló la naturaleza de su llamado. Tratábase de que su capitán al mando del frente de batalla, el Capitán Zack, comenzó a aniquilar a todos y todo lo que hubiera a su paso en la región que domina su tiranía, saliéndose de control y atacando regiones adyacentes, por lo que el rey estaba furioso. Nuestro trabajo, sin embargo, nada tenía que ver con eso; todo lo que Salazar quería que hiciéramos era cuidar de su familia por tres días a partir del siguiente, mientras él se ausentaba para ajustar cuentas con su capitán. Nos ofreció pagarnos 1500 po a cada uno en tres pagos de 500 po. Accedimos, pero el enano quiso cobrar sus honorarios completos por adelantado, a lo que no hubo objeción.
Al día siguiente, cuando nos presentamos en el castillo, encontramos para nuestro asombro al rey llorando desconsoladamente, mientras sus mujeres, esposa e hijas yacían crucificadas en un armatoste de madera